viernes, 16 de septiembre de 2011

TRANSFORMANDO LA VIOLENCIA






Víspera de martes, en que doy clase de Culturas y Estéticas Contemporáneas. Mientras voy preparando los temas a dar, la vida misma se cruza con sus imprevistos. Vuelta de timón y decido que abordaremos, mejor dicho, nos aproximaremos a la violencia concreta, real, que viven los adolescentes.
Un alumno, que la vivió, es quien me inspira y quien se referirá al tema.

Lo invito a pasar al frente del aula. El grupo continúa medio alborotado,  mientras él avanza con elementos para comenzar su charla: cartulinas, fibrones, cinta de enmascarar. Me vuelvo una oyente más, junto a los alumnos. Lentamente se hace va haciendo silencio. Él espera en el frente. Se lo ve seguro y dispuesto a comenzar a hablar.
Y entonces comienza a narrar vivencias en las que fue protagonista de la violencia y cómo a partir de charlas a las que asistió, se posisionó en otro lugar ante circunstancias en que otros continuarían con más violencia. (El muchacho en cuestión, había sido agredido en clase por un compañero una vez, por una compañera, la segunda. En ambos casos fue una respuesta incongruente a una opinión distinta con relación a un tema grupal referente al fin de curso)

Los invitó a que juntos fueran dando las caracterísitas de un grupo. El diálogo lentamente iba fluyendo con más espontaneidad. Llegó el momento de la acción. Desplegó las cartulinas sobre algunos pupitres y las unió de forma que quedó una superficie amplia. Los invitó entonces a que cada uno escribiera su nombre allí, como parte de ese grupo. Para entonces habían decidio que lo harían dentro de estrellas. Se los veía cada vez más integrados y entusiasmados en la tarea. Uno por una punta, otros por la otra plasmaban sus nombres ... incluso sumaban los de los chicos ausentes ese día. Una vez concluida la tarea la observaban entre satisfechos y orgullosos.Y quisieron sacar fotos de "la obra" realizada. Y por supuesto, se agruparon para estar en alguna de las fotos. De ese instante rescato desde el facebook la que me enviaron y con la que hoy ilustro estas palabras.

Les volvió a hablar de la individualidad, de valores, de cómo esas diferencias enriquecen al grupo. Habló de la fuerza de la unión, entre otros conceptos. Fue entonces cuando me pidió, en voz baja, colaboración para seguir con la tarea. Él se colocó en una punta de la larga mesa, yo, en la opuesta. Y comenzamos a enrrollar la gran cartulina y formamos una pelota, mientras el resto de los alumnos protestaba por la aparente destrucción de "la obra grupal". Se habló entonces de cómo esa suma de voluntades ahora tenía mucho más fuerza ... y no sé cómo la pelota empezó a elevarse y entre todos la mantenían en alto, como jugando al voley. Claro que se notaba que algunos no estaban tan convencidos de la transformación de la cartulina, pero igual colaboraban para que estuviera en alto.

Todos tuvimos el privilegio de asistir a una clase diferente, donde un alumno había demostrado que se podía transformar actitudes violentas y que había y hay -en forma tangible, aquí y ahora- otras formas de encarar las vivencias cotidianas. Y había ido mucho más allá, nos había demostrado una vez más que vivimos en constante cambio y transformación y que cuanto más nos adaptemos a ellos y enriquezcamos con nuestro aporte personal más fácil será crear nuevas realidades. 

Yo les pido disculpas porque esta narración no se acerca a la realidad vivida aquella mañana. Siento que quiero contarles lo vivido y no me alcanzan las palabras.

¡Cómo me hubiera gustado filmar aquello! pero no sólo para que lo pudieran ver otros adolescentes, sino para que los pudieran ver y escuchar LOS ADULTOS, tantos de los que ejercen la violencia, sea en el ámbito familiar, deportivo, poítico, social ...  Una vez más sentí orgullo y una profunda admiración por nuestros adolescentes y en particular por muchos de ellos, en este caso, por Leonel, entre otros ...